Dr. Rafael Parada Allende (1936 – 2021)

Poco antes de cumplir los 85 años dejó de existir en Santiago el Dr. Rafael Parada Allende, médico, psiquiatra, filósofo y músico, un verdadero referente de la psiquiatría chilena de los últimos sesenta años. Provenía de una familia de artistas: Su hermana mayor fue la famosa soprano Claudia Parada, que triunfara en los teatros europeos entre los 50 y los 70; su hermano Renato, fue arquitecto y violinista de la Orquesta Filarmónica y su hermana Maritza, bailarina de ballet y, más tarde, directora de la Fundación de Orquestas Juveniles. Él mismo fue un gran jazzista y su instrumento preferido era el clarinete. Rafael Parada hizo sus estudios de Medicina y Filosofía en la Universidad de Chile y su formación como psiquiatra en la misma Universidad, la que completó en la Universidad de Heidelberg, Alemania. Su carrera académica fue meteórica y así es como ya en 1975 había alcanzado el grado de Profesor Titular. En 1976 se trasladó al Servicio y Departamento de Psiquiatría del Hospital Salvador, donde llegó a ser Jefe y Director respectivamente. Después de su jubilación, continuó realizando seminarios de postgrado a los residentes hasta el comienzo de su enfermedad. En forma paralela se desempeñó como Profesor tanto en la Facultad de Filosofía como en la de Psicología de la Universidad de Chile. Dados sus relevantes méritos alcanzó importantes honores, como ser nombrado Maestro de la Psiquiatría Chilena y Miembro Honorario de la Academia de Medicina. Pero quizás lo más importante fue su reconocimiento internacional, demostrado en el hecho que durante años fue invitado en calidad de Profesor Visitante al Colegio Internacional de Filosofía de la Universidad de Paris.

Nuestro país ha tenido a lo largo de su historia notables figuras en la Medicina en general y en la Psiquiatría en particular. Recordemos los nombres de Augusto Orrego Luco, Fernando Allende Navarro, Oscar Fontecilla, Ignacio Matte Blanco y Armando Roa, entre otros. Sin embargo, ninguno ha sido tan creativo y ha tenido un pensamiento tan original como Rafael Parada. Dado sus profundos conocimientos filosóficos pudo incursionar tempranamente en el campo de la fenomenología y el análisis existencial, haciendo aportes fundamentales al tema de la temporalidad en la esquizofrenia y en la depresión. En un momento en que se discutía a nivel internacional el eventual rol de la biografía en la génesis de la esquizofrenia – por cuanto su determinación genética daba razón de solo un 50 % de su origen – tuvo Rafael Parada la genial idea de comparar las biografías de gemelos univitelinos discordantes, pudiendo demostrar exactamente cuáles eran los elementos de sus respectivas biografías que explicaban el por qué, con la misma carga genética, uno había desarrollado la enfermedad y el otro no. Pero su inquietud y su afán de profundizar en todos los aspectos del ser humano lo llevó a interesarse en las novedosas ideas del estructuralismo francés y así es como se transformó en el primer psiquiatra en el mundo que intentara aplicar con éxito el pensamiento estructuralista a la psicopatología y, en particular, a la comprensión de fenómenos tan misteriosos como el delirio, las alucinaciones y la despersonalización. No satisfecho con todos estos logros incursionó también en el complejo mundo del psicoanálisis de Jacques Lacan, teoría y práctica que requieren no solo de un altísimo nivel intelectual, sino también de la capacidad de aprender un lenguaje diferente y una forma de aproximarse a la realidad de lo psíquico absolutamente innovadora. No tardó en transformarse en un maestro en ese campo, aunque manteniendo siempre una cierta distancia crítica. Una de sus grandes contribuciones es quizás el haber establecido puentes, en el ámbito de la psicopatología, entre la corriente fenomenológica – predominantemente alemana – y la estructuralista y lacaniana, de origen francés.

Pero hemos hablado de su notable obra científica y no de su labor docente, donde fue un verdadero maestro de generaciones de psiquiatras, psicólogos y filósofos. Era un expositor brillante y sus alumnos quedaban maravillados con cada una de sus clases. A ello habría que agregar la generosidad que tuvo al realizar por años seminarios de pequeño grupo en su casa sobre sus autores preferidos. Por último, quiero señalar que los análisis que hacía de los pacientes en las reuniones clínicas eran simplemente deslumbrantes: ¡qué capacidad de observación, de desarrollar ideas nuevas, de hacer asociaciones originales…! Nunca he visto algo semejante y lo digo desde la perspectiva de una persona a quien le ha tocado vivir y trabajar en la misma profesión en diversas universidades extranjeras.

La Psiquiatría chilena ha perdido a una de sus figuras más señeras, quizás si la más grande de su historia. El mayor homenaje que le podemos hacer es emprender la difícil, aunque inalcanzable tarea de imitar sus virtudes, pero podríamos también, y más modestamente, proponernos volver a leer sus escritos, en un intento de comprenderlos cada vez un poco más y así – como el camino será muy largo – no alejarnos nunca demasiado de su espíritu. 

 

Dr. Otto Dörr

Santiago, 12 de junio de 2021